En el año 1864 se publicó la “Nouva Enciclopedia Artistica” de Ludovico Cadorin,
conocido por su trabajo de decoración en el Caffè Florian. La República de Venecia
tenía buena estima por las Bellas Artes. El voluminoso libro viajó en un barco hastallegar a la casa de un arquitecto argentino que supo atesorarlo. No sabemos qué
sucedió luego. Si el constructor murió, si sus herederos decidieron vaciar la
propiedad con todo lo que ella tenía dentro. Sólo sabemos – porque fuimos parte
del hallazgo – que en una feria de pulgas del conurbano se ofrecía un ejemplar.
Las inclemencias climáticas son coherentes en su praxis destructiva. El papel
resiste o cede ante la humedad; las páginas sueltas y las manchas amarillentas
ahora también son parte de su materia. Quizá haya daños reversibles; será tema
de los restauradores.
No sólo fue descartado por la historia hasta llegar al borde de la basura, sino que
luego de ser encontrado fue intervenido con marcadores, fibras, témperas,
acuarelas y acrílicos. Los trabajos de Perez del Cerro acceden a una relación
íntima con la vida cotidiana de un caminante atento a las calles, a los edificios y a
las capas de sentido que se juegan entre ellos.
Las arquitecturas lombardas sufrieron el graffiti. El proyecto para una nueva
iglesia quedó apenas visible por la impostura del día. El Imperio Chino disputa su
lugar entre las columnas corintias. Las fachadas persisten, aunque el ladrillo
opaque la apreciación de lo que fuera esa belleza límpida.
Un movimiento similar entre el descarte y el hallazgo se establece para el edificio
derruido y el libro abandonado: la piedra y el papel serán los soportes ruinosos. El
momento pictórico es la tensión entre tiempos dispares cuando los impresos son
restituidos en este paisaje fracturado.
Nahuel Risso